miércoles, 11 de septiembre de 2019

Calle 65 parte 1


Quiero empezar por decirles que en la calle 65 arriba de la séptima hay muchos restaurantes que ameritan un review. Quiero empezar por El Chato, lugar que me sorprendió gratamente, ya que por elección propia nunca elegiré un lugar carnívoro y esta vez me tocó. Cuento largo hecho corto, la mayoría de las personas con las que iba querían carne.




Entonces acá va la carreta: 
Mientras esperaba a mi amigos me pedí una Cajicá miel michelada y de cortesía llegaron unos pancitos que en teoría eran unas almojábanas. Estaban muy suaves, un poco saladas y no tan esponjosas, de hecho más bien densas. No sé si yo no sé de almojábanas pero no se me pareció a una. Debo aclarar que estaban muy ricas, al final tenían ese sabor a pan recién salido del horno y si eso realmente es una almojábana, es mi favorita del mundo mundial. 


El lugar es oscuro, la decoración es cool, tiene un piso rústico, hay toques de metal en el techo, mesas en madera y bibliotecas con objetos en las ventanas. Los meseros son churros y huele a incienso. Este es un lugar de cocina de autor, tiene platos interesantes que resaltan apenas uno los lee. Para que se hagan una idea "alcachofas y hongos con pasta de shiitake", "croquetas de morcilla con ají dulce y mayonesa del día", (algo no tan novedoso pero raro de ver en una carta) corazones de pollo y para terminar un queso al horno. Todo eso me lo quise comer pero no pasó. Para los platos fuertes me tramaron el vacío de res con salsa de limonaria, bok choy y cebolla frita; el bife angosto madurado 7 meses; el pollo al horno para 2 y la pesca del día con hogao, arracacha, yuca y espuma de coco.

Llegó la hora de pedir, la atención me pareció muy personalizada ya que todo lo que nos recomendaban estaba muy alineado con nuestros gustos. Pedimos bife, chatas, vacío y pescado con espuma de coco. De entrada pedimos unas croquetas de morcilla crocantes muy gustosas y un poco saladas, venían acompañadas de unos ajíes dulces tatemados que daban un sabor ligeramente dulce, picante y ahumado. La verdad el sabor de la morcilla estaba muy bien pero esos ajíes estaban tan wow que opacaban el verdadero eje de la entrada. Esto no me pareció tan grave, me gusta que se resalten productos que no son proteína porque hay alimentos deliciosos que solos saben tan o más rico que una proteína muy bien sazonada. Se me olvidaba, esta entrada vino con una salsa como un aioli pero cuando pregunté, me regañaron y me dijeron que era una mayonesa ahumada.. ups! El balance y explosión de sabores de esta entrada no tiene nombre, sal, ahumado, crocante, dulce, picante, cremoso.. en fin.. wow.

Siguiendo con la carreta la segunda entrada fue una arepa de maíz peto con ralladura de chontaduro, aguacate y pato desmechado. Estaba muy rica, el sabor del pato impecable, la crocancia de la arepa perfecta (haga de cuenta una "tosti arepa" no artificial), el aguacate refrescaba un poco y el chontaduro muy sutil. En teoría el plato tenía chipotle pero no lo notamos. Me quedo con los ajíes pero esto vale la pena probar.


Bueno, de los platos fuertes solo puedo hablar mucho de lo que yo pedí. Los sabores eran muy fuertes, cosa que me encanta. Mi carne ultra mega muy madurada venía acompañada de un puré de cebollas que ya sabían muy a quemado. La carne al ser tan madurada sabía muy diferente a lo que estoy acostumbrada. Lo que voy a decir va a sonar horrible pero no lo es. La carne sabía a podrido, pero un podrido que no se pudrió y está deli. Las papas de acompañamiento estaban crocantes muy casuales pero el hit del plato a mi parecer es mezclar todo. El sabor recalcitrado de la carne muy madurada, con la yema del huevo y la cebolla quemada funciona perfecto. Es absolutamente diferente, original, arriesgado y primitivo. Realmente volvería una y cien veces por este plato.



A vuelo de pájaro les cuento de los demás platos: El vacía estaba suave y con sabores sutiles, el bife de chorizo muy normal con sal gruesa a tal punto que crujía en boca. Eso me parece fastidioso porque es como cuando suena la tiza horrible en el tablero. El pescado estaba delicioso pero tanta espuma de coco borraba los demás sabores.





Conclusión: si usted es un clásico, no pida las chatas. Si es arriesgado, no lo dude. 

Fin de la carreta, vayan y pidan esa carne taan brutal.




















miércoles, 4 de septiembre de 2019

Mesa Pa' Compartir

Fuimos a una cena comunal organizada por Salvo Patria con el Chef Nicolás López de Villanos en Bermudas. Después de toda la polémica detrás del chef y las buenas recomendaciones que he escuchado de Villanos, decidí ir. Con la cena teníamos derecho a una bebida por persona. Yo escogí el keffir de piña con jengibre y Diego escogió la kombucha de remolacha con flor de jamaica. El keffir estaba muy dulce y me recordó el jugo Hit de naranja piña y en el retrogusto se sentía el jengibre. La kombucha olía mucho a esa terrosidad de la remolacha pero curiosamente no sabía a tierra y le salía más el dulzor de la remolacha con las notas de la flor de jamaica, me gustó que no es esa típica cosa que te huele y sabe a lo que te olió. Aparte pedimos una lulada envenenada con ginebra, para ser una lulada hecha por rolos no está nada mal, tenía el ácido y el dulce muy bien balanceado y el trago era fuerte pero no invasivo. El sabor de la ginebra era imponente pero no absorbente y había buen balance entre lo perfumado y la lulada como tal. Para mi gusto, debió estar el lulo más macerado o cortado el trozos más pequeños. 

De primera entrada nos llegó una "Sandía comprimida con yema ahumada" A parte de ser una sandía con yema de huevo rallada por encima no le encontramos nada más. Ni sentimos el comprimido, ni el ahumado de la yema. Sí rescatamos que la fruta estaba deli, jugosa, en su punto, ni en exceso dulce ni pasmada. Adicionalmente, tenía unos cristales de sal muy gruesos que no me ayudaron a resaltar el sabor de nada. La proporción de sal vs la cantidad de bastones de sandía me pareció desproporcionado. Punto a favor el plato definitivamente tiene pinta de entrada y no de postre.


Luego vino una "Calabaza asada con piña y queso de cabra". La piña tenía un poco de chile por encima  y venían bastones de piña intercalados con calabaza sobre un polvo de queso de cabra. La entrada estaba rica pero no va más lejos de una calabaza cocida justo a la medida, de hecho nunca la había probado tan poco hecha y me gustó; la piña con el chile es un clásico, lástima que había partes de piña súper suaves y jugosas mezclado con partes de corazón que se tiraban ese idilio de una piña muy bien escogida. No sé si esta era la idea, o si el mensaje era rescatar todo de la piña, yo no lo entendí así. El chile fue una parte divertida, había bocados muy piquines y otros menos entonces era intrigante saber cómo venía tu siguiente bocado. El queso fue lo más rico, tenía una personalidad y una cremosidad impresionante. Y mezclando todo en un bocado, no me funciona en el paladar, tienes la textura de la calabaza pero se pierde su sabor sutil con el carácter del queso y luego te vienen notas dulces y picantes. Todo por aparte lo disfruté, exceptuando el corazón de piña, pero la mezcla me pareció sin sentido. 

La tercera entrada para mí fue la más ganadora, "Mazorca a la parrilla con mantequilla de hormigas". La mazorca estaba impresionante con toques de parrilla y la untuosidad de la mantequilla que tenía un sabor indescriptible, me trajo muchos recuerdos de mi infancia de la mazorca de finca en familia, de Colombia en una mesa. La mazorca estaba suave por dentro y crocante por fuera, la mantequilla estaba sedosa y la proporción de mantequilla con la mazorca era perfecta. Con el maíz me transporté a lo más original de nuestra tierra, con sabores sutiles pero con personalidad firme, es 100% colombiano pero tiene un no sé qué de algo que no conoces y quieres conocer.

La última entrada fue un "Caldo de tortelli de cerdo con chisgua" estaba bien pero a mi gusto le faltó altura al plato. El caldo estaba súper gustoso con el sabor concentrado de la carne, era un caldo potente con todos los jugos pero el tortelli por dentro estaba seco e hilachudo y no era tan chévere de tragar, el queso que tenía dentro ni siquiera ayudaba a compensar lo seca que estaba la proteína. 

Con los platos fuertes la embarraron con toda y no por sabor sino por un detalle súper importante y es el timing. Nos trajeron los 4 platos al tiempo y al final todo se enfrió y no lo pudimos disfrutar como si estuviera recién salido de la cocina. Para mí comerme una carne fría es un desastre absoluto, afortunadamente la alcancé a probar caliente pero ya al final tratando de brincar de un plato a otro para probar la carne se enfrió y fue fatal.

Hablemos del pescado: un pargo completo, con cabeza cola y hasta escamas me salieron por ahí. Nos dijeron que ya venía como para que unos dummies lo pudieran filetear y la verdad es que no fue así, nos metimos tremenda enredada tratando de sacar 4 partes iguales porque teníamos que compartir con la pareja del lado. El primer lado era el más lindo súper suave y bien cocido, jugos y brillante, con todos los sabores del pescado fresco y una mantequilla de hierbas que le daba un toque. Cuando lo volteamos para sacar la carne de la otra mitad del pescado nos llevamos tremenda sorpresa, estaba muy crudo y así partirlo era súper difícil y obviamente se perdía la magia y el disfrute con el que iniciamos. También me sorprendió que a la mesa del lado el pescado vino con la ensalada encima y a nosotros nos llegó al lado, no nos dijeron que era para comerlo junto y eso me dolió un poco. La ensalada del pescado tenía perejil, hierbabuena, radicchio y unas lechugas, la mezcla era rica y fresca. Un punto mega en contra de este pescado y con lo cuál ya me puse medio brava fue que me salieron escamas, no una o dos sino como nueve. Para nivelar este descache he de decir que la piel estaba increíble, suave pero no babosa y súper gustosa pero no pescadosa. Para esta idea de compartir esta presentación no es apropiada. 

Luego le entramos a un chuletón de res que a diferencia del pescado, sí venía porcionado pero éramos 4 y venía partido en siete. Si fuéramos cuatro amigos, uno parte esos dos pedazos y sale, pero la pareja del lado era completamente nueva para nosotros. No había como esa amistad que fluye y donde nada importa. El chimichurri de tuétano me pareció un fracaso completo, era una manteca de grasa en el paladar hedionda. Tras de que tienes una carne pesada con pedazos de gordito deli, le metes unos pedacitos del chimichurri que era como bloquecitos de grasa con sabor, eso no balanceaba. Ninguno de los 4 se comió el chimichurri, menos con menos da más pero esto no sumó. Lo bueno si fueron esas papas fantásticas. La papas nativas estaba crujientes por fuera y suaves por dentro y todos quedamos matados con ellas. A pesar del porcionamiento del chuletón, estaba cocido perfecto, suave con un sabor brutalísimo y el gordito que lo acompañaba ni se diga.

La ensalada de cebada estaba súper rica, los tomates se derretían en la boca, la vinagreta tenía notas ácidas, notas características del vinagre, notas dulces y saladas. La cebada estaba crujiente y suave, funcionaba muy bien, la repetiría feliz. 

El mejor plato fuerte para mí fueron las gambas. Se sentía la frescura, jugosa, cocinada en su punto. El polvo de kimchi no opacaba y más bien resaltaba. La mayonesa me sobró porque me pareció muy pesada y la gamba estaba tan rica que no necesitaba nada. Lástima que solo era una gamba pero la disfruté como ningún otro plato.  

Finalmente llegaron los postres que me parecieron muy ricos. Los profiteroles de passifloras y mambe me sorprendieron porque no venia con la típica pâte à choux, sino que la masa me supo a pan de tienda y lo digo en el buen sentido. Ese dulcecito anotó un gol el mi corazón. También nos dieron un sándwich de galleta con un helado de copoazú delicioso. La galleta tenía un sabor lejano a cuca y estaba rica, pero cuando uno muerde la galleta el helado se sale por el otro lado y es como mamón de comer, entonces opté por comerme el helado y al final la galleta. En ese mismo plato venía una gomita de remolacha con tucupí y la verdad no me pareció que resaltaba, ni que tenía punch, me pareció como una goma X ahí que venía medio escondida en el plato.  Luego nos trajeron una tarta de mascarpone con fresas. Me impresionó lo rojas que estaba las fresas y lo ricas, lo bien que balanceaba la crema de mascarpone como con ralladura de cítricos y el shortbread que no se desbarataba pero igual era suave y no se opacaba por los demás sabores. No estaba empalagoso y fue increíble. Perdón por la foto, pero estaba deli!

La experiencia fue buena y enriquecedora, los meseros empezaron super atentos y luego se embalaron y nos llevaron todo a la fuerza y todo se fue al carajo entonces. Fue triste porque teníamos al expectativas muy altas. La idea del menú es excelente pero nos pareció muy mal ejecutada. No entendimos cómo alguien que hace menú degustación en su restaurante no tiene presente para esta comida los timings. Es que cuatro platos de un totazo es mucho. La fileteada del pescado no fue divertida y comer a la carrera sin disfrutar porque todo se iba a enfriar menos. La calidad de la comida estaba buuuff, pero había detalles hartos. Lo del pescado fatal, crudo+escamas.. volverían??


sábado, 22 de junio de 2019

Volviendo al Ruedo en Bruto

Después de sobrevivir a mi tesis, hacer práctica y conseguir trabajo, volví al ruedo. Hace unos días un viejo amigo me convenció, pues él extrañaba este espacio al igual que yo. Como Diego me alcahuetea todo, no lo dudamos y nos fuimos!
Era viernes y teníamos hambre, estábamos mamados de una larga semana y después de no coincidir en qué tipo de comida queríamos decidimos que un sitio con ambiente parchado sería ideal. Me acordé de Bruto y allá fuimos a dar. Como es costumbre no teníamos reserva, el único espacio que quedaba era en la barra y ahí nos sentamos. Nos atendió un bartender muy amable y cero lambón. Eso es lo chévere de los bartenders, tienen swing, son auténticos y se gozan su trabajo; además no recomiendan comida por precio sino por sabor. Después de pedir 5 entradas y un trago para cada uno, acordamos que las barras son el mejor lugar de un restaurante. 

Bruto es un lugar que tiene un balance entre lo tranquilo, lo chilleado y la sabrosura. El lugar tiene luces tenues y cálidas, sus paredes son de ladrillo y los fines de semana hay música en vivo. Acompañada de una copa de vino rosé (Les Jolies Filles) me divertí con el lugar, me relajé, me antojé de los platos de las mesas del lado y me gocé la música de la noche. Si les gusta un vino ligero y afrutado este es el de ustedes, me encantó. Diego pidió un moscow mule que estaba súper refrescante. 

Las croquetas no tardaron en llegar. Hacía mucho tiempo no me comía unas taaaaaan bien hechas. Estas eran de pulpo y tenían un balance perfecto entre la crocancia de la croqueta y su cremosidad interior. Vinieron acompañadas de una salsa roja con un toque de picante y con un ligero sabor a pimentón que le quedaba muy bien. No había sabor mariscoso en estos bocaditos, estaban tan ricos que sin  la salsa se disfrutaban igual de bien. Me sentí transportada a España y seguro cuando vuelva las pediré nuevamente.
Al momento nos llegaron los camarones Orly, se los vimos a la pareja del lado nuestro y decidimos copiarles. No fue una buena decisión. Estaban ricos pero meh, no repito. Visualmente se veían increíbles, grandes y con una salsa prometedora. Ya en el paladar saboreabas mucha masa y una salsa desbalanceada con un sabor preponderante a sour cream. Hay que resaltar la perfecta ejecución de la cocción, sin embargo estaban sosos, no había un sabor increíble. Esta entrada es muy plana y no la recomiendo.

Como si nos hubieran cronometrado, apenas acabamos los camarones llegaron las albóndigas. Venían en una salsa roja de tomates con unas papitas muy ricas. Estas bolitas estaban muy gustosas y armadas de tal forma que se deshacían en la boca y no en el tenedor. Las papas estaban en su punto ni muy blandas pero tampoco crudas. Si bien el plato no tiene ninguna queja te lo comes igual de rico en otro lado, no es algo por lo cual volvería al lugar. 

Ya con la barriga medio llena, nos llegó un platadón de  risotto de hongos. Estaba muy rico, suave y cremoso; quizá muy grande para ser una entrada para dos personas (si van en combo grande porfa pídanlo) aún así lo acabamos. Venía decorado con unos portobellos con un toque ahumado que estaban mil veces más ricos que el mismo arroz, juzguen ustedes si esto es un punto a favor o en contra. 


Para terminar, uno de mis infaltables de Bruto: la Fideuá. Un plato visualmente engañosos puesto que se ve enano y llena más de lo que se cree. Siempre me pasa la misma cuando lo pido, no sé si no aprendo porque es tan rico que me hago la de la vista gorda. En la parte superior de esta entrada los fideos vienen crujientes y los mariscos están bañados con aioli. Al mezclar todo en el plato logras apreciar un sabor sutil a marisco, nada invasivo y muy bien logrado. El punto de cocción de los frutos de mar estaba impecable, cero chicludos. Si van, no dejen de pedir este plato porque realmente vale la pena. Como no nos cupo el postre, se los quedo debiendo.