sábado, 24 de mayo de 2014

De la gloria al sufrimiento



Restaurante La Gloria

Hace poco estaba buscando restaurantes en Bogotá y encontré una página web muy bonita y bien montada. Las fotos de los platos se veían muy bien y decidimos ir ahí. 
Cuadro de New York















La entrada era hermosa, había unas mesas al aire libre con árboles decorados con luces y era muy acogedor. Sin embargo, entramos al restaurante ya que hacía frío y nos sentamos frente a la chimenea. El piso era de madera oscura y las paredes eran muy afrancesadas, la decoración era una mezcla de arte y decoración francesa. Todos los cuadros estaban a la venta había uno de un lobo feroz, había otro que era una foto de New York tomada desde el aire en un cuadro redondo y otro que era el mismo formato pero la fotografía era de productos en un mercado asiático. 

La carta era corta y se veía bien. La especialidad de la casa eran las moules frites pero yo quise pedir un salmón en salsa de miel y soya acompañado de un ceviche de mango y arroz con coco, mi novio pidió un lomo de atún rojo a la plancha con una vinagreta de soya y cítricos. Debe parecerles que suena bastante bien no? Como entrada pedimos unos montaditos de pulpo con pimentón y zucchini. Además, la casa nos trajo una entrada de platanitos con pico de gallo. El pico de gallo estaba muy rico porque tenía mucho limón como a mí me gusta. Todo empezó muy bien hasta esta entrada de la casa, los meseros empezaron a ser groseros y desatentos, la entrada del pulpo se demoró eternidades y teniendo en cuenta que éramos los únicos en el restaurante, no puedo imaginarme cómo hubiera sido todo si hubiese estado lleno. 

Cuando nos trajeron los platos fuertes llegaron junto con la entrada lo cual es desastroso en todo sentido. Para más desgracias, al servir el plato de mi novio hubo un desequilibrio y le regaron la salsa del pescado en su celular y su brazo. Después de semejante inconveniente, probamos nuestros platos y la mala suerte seguía estando de nuestro lado. Mi salmón no sabía a soya con miel, más bien sabía a salmón con salsa teriyaki, algo que claramente cualquiera puede hacer en su casa. Eso que en la carta se hace llamar ceviche de mango no era nada más que mango, cebolla roja y pimentón cortado en julianas y puesto en desorden en la esquina del plato. Qué locura, todo parecía hecho de afán y sin amor por la cocina. El plato de Diego era un pescado seco, seco, sequísimo con una salsa  tan dulce que ya solo sabía a azúcar ¿¡Cómo se tiran un lomo de atún de esa forma!? Me daba tristeza saber que esos pescados, que son tan buenos, habían sido mal preparados.

 Luego, probamos la entrada y fue otra desilusión fuertísima. El pan estaba viejo y lo que venía encima era pulpo cortado con pimentón cortado en cuadritos, para esa gracia lo hago en mi casa y me hubiera quedado tres mil veces mejor, pues me encanta cocinar y considero que no lo hago nada mal. Para rematar los meseros nos trajeron de cortesía un postre “ruso”, que sabía bastante mal, el cual dejé en la mesa con haberlo probado solo una vez. Este último, sabía a postre de agua de fresas remojadas. Este pésimo restaurante, quizá el más malo al que he ido en Bogotá y al cual nunca jamás quiero volver, se llama La Gloria pero de Gloria no tiene nada. Sus platos son insípidos y hechos de mala gana, no saben cocinar pescado y mucho menos hacer algo ni cerca de un ceviche o unos montaditos. 

Este lugar es realmente malo cuando verdaderamente debería ser bueno. La Gloria debería ser bueno simplemente porque su ubicación no le ayuda en ningún sentido y sólo por esto su cocina debería resaltar. No existe ningún incentivo a ir a ese sitio: ni la comida, ni el servicio, ni el lugar, ni nada de nada.  El parqueadero más cerca de La Gloria se encuentra a 1 cuadra, en Carulla, y a 4 cuadras de donde empieza la zona G. 

Para rematar la noche, el dueño, un belga, nos preguntó cómo nos había ido, sin verguenza le dijimos que horrible y le explicamos todas nuestras razones. Su reacción displicente fue la siguente: “aaa, bueno gracias” se dio media vuelta y se fue. Consideramos que el dueño, Julián de Bedout, no está listo para asumir la responsabilidad de un restaurante como este, que tiene un buen potencial que no supieron explotar.

Esta vez no les voy a hablar de precios porque no me interesa que vayan, es un lugar bastante malo y preferiría ir al Corral a disfrutar una buena hamburguesa antes que ir a ese restaurante que no me dejó ningún buen recuerdo. Es triste cuando todo sale mal, ya les había dicho que yo sé qué es ser mesera y más aún sé qué se siente que no dejen propina, aún así decidimos no incluirla. La cocina lo hizo muy mal, los meseros también y el dueño mucho peor. En la tarde habíamos buscado el teléfono por internet y tratamos de llamar el resto del día pero nadie contestó, por internet la reserva estaba habilitada para dentro de dos semanas, como si estuviesen llenos y fuimos arriesgando mucho pero no ganamos nada, llegamos a un restaurante vacío, un presagio de lo que nos esperaba.

Me impresionó mucho que haya dos sedes en la ciudad, una en la macarena y la otra en la casi zona G. Los comentarios que leí me dejaron desconcertada: Vive In califica su comida como 5/5 y su servicio como 4/5, por otro lado PlanB califica al restaurante como 4/5. No se si fue un mal día para el restaurante o realmente es muy malo, si después de este review quieren averiguarlo ustedes, aquí les dejo el link para que vean que todo tenía buena cara y de paso esperamos sus comentarios:

http://www.restlagloria.com/


 

domingo, 18 de mayo de 2014

Viernes de tragos


Para celebrar mi último día de clases del semestre decidí ir a tardear a un bar de Bogotá. Inicialmente iba a ir a un restaurante pero encontré un plan aún mejor en Chelsea Bar. Este fantástico lugar queda en la terraza del último piso en el hotel Bioxury.  Convencí a mi novio, pues la siguiente combinación me atrajo: tarde+terraza+ tragos

Estábamos terriblemente cansados de trasnochar y el sitio nos pareció ideal para descansar de todo y de nada. Al lado de la tienda Cachivaches, en la 83 con 9 está el hotel Bioxury donde nos recibieron con una amable sonrisa a la entrada. Subimos a este lugar y fue encantador, atravezamos la parte cubierta para aquellos friolentos y escogimos una mesa en la terraza en donde se veía Bogota en todo su esplendor. Una ciudad hermosa: a la izquierda unas montañas verdes cubiertas por una neblina densa y a la derecha la ciudad encendida preparándose para la noche. Había tantas nubes que el cielo reflejaba las luces de la ciudad y se veía blanco con fondo azul marino.


Nos trajeron la carta en una tablet algo que me pareció fenomenal y una buena alternativa para el gasto de papel.  La mesera nos recomendó la especialidad de la casa: tea tonics, una mezcla de tés de diferentes sabores con ginebra. Yo pedí el tea tonic citrico y Diego pidió el de naranja. Llegaron unos tragos de buen tamaño que estaban muy ricos, no estaban ni fuertes ni ácidos. Pregunté qué ginebra usaban y me dijeron que Bulldog lo cual no me pareció nada mal. Recostados en el sofá disfrutamos nuestros tea tonics y una tarde-noche muy fresca y agradable. La música me pareció perfecta para el día pero de esto no les hablaré mucho porque poco sé. Sólo puedo decirles que el ambiente me pareció ideal para una tarde de viernes acompañada de mi novio y un cansancio acumulado de una semana de arduo trabajo. 


Cuando se acabaron los cocktails pedimos una entradita que me desilusionó muchísimo. Hay que aclarar que el bar no ofrece comida, sin embargo, tienen un convenio con el restaurante del hotel. Este restaurante llamado Mistral, de los mismos dueños de Mr. Ribs, Simón Vigoda y Max Zalta. Pedimos unas papas con champiñones, tocineta y queso pero nos llegaron unas papas cortadas a la mitad un poco ahondadas y cubiertas con queso. Unas estaban rellenas con tocineta, otras con champiñones y otras simplemente no estaban rellenas. Esto no era precisamente lo que decía la carta y por ende lo que estábamos esperando. Además, la entrada venía acompañada de una salsa o algo más bien parecido a una crema estilo ranch con ajo que, a pesar de ser rica, no combinaba con las papas. Con esto tuvimos suficiente para decidir que ahí no queríamos tomar nuestro plato fuerte. Nos inclinamos por algo más bien chatarroso y ya les contaré a donde fuimos a dar.


Pedimos una segunda ronda de tragos pero esta vez Diego pidió un Martini y yo pedí un Gin & Tonic con Bulldog. La segunda ronda estuvo bien pero definitivamente me quedo con la primera. La diferencia fue la originalidad. A decir verdad me gusta más como yo hago mis Gins y a pesar de que este no era malo el tea tonic me pareció diferente y mucho más rico que cualquier otra cosa de la carta. El Martini que pidió Diego estaba según su descripción poco fuerte pero bien.

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El hambre empezó a hacer presión y gracias a la aplicación Foodspotting, un app que muestra fotos de platos en restaurantes cercanos, encontramos algo que se veía prometedor. No les digo prometedor al estilo Criterión sino algo más informal. Encontramos la Xarcutería. Sabíamos que allá íbamos a terminar pero decidimos dar una vuelta por la T y la 85, aún así terminamos en donde habíamos empezado. Entramos a este lugar en la carrera 15 con 83 y es literalmente un chuzito acogedor. Las mesas son en madera y la carta es bastante corta, no obstante, no sabíamos qué escoger. Finalmente yo me pedí lo que había visto en la foto de la aplicación: el pulled pork sandwich y Diego pidió una salchicha artesanal a la cerveza cubierta con cebolla refrita. Para acompañar nuestros platos pedimos papas fritas con salsa brava y más cebolla frita. Todo estaba muy rico pero a mí me gustó más mi plato. Era un sándwich con manzana verde, cerdo desmechado y ahumado con un pan delicioso. En general es un buen lugar de comidas rápidas, la atención fue buena y esto sí era cero costoso.



Como siempre, terminaré hablándoles de precios:


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En Chelsea Bar los cocktails oscilan entre 25 y 30, mejor dicho los tea-tonics valen 30COP y el resto de los tragos puede variar pero está alrededor de 25COP. En la Xarcutería los precios de las salchichas, que en verdad son perros calientes un poco gourmet, y los sándwiches están entre 15 COP Y 20 COP con acompañamiento. Vale la pena aclarar que lo que viene con los sándwiches es adicional y uno lo puede escoger. Si no quieren papitas o este tipo de cosas resten 4 mil pesos al promedio entre 15 y 20 mil.  Este plan lo recomiendo para una noche casual en la cual no quieran reservar ni arreglarse para salir a comer.

Aquí les dejo los links de Chelsea Bar y de la Xarcuteria:

http://www.laxarcuteria.com.co

 Foto 1 del app Foodspotting 

domingo, 11 de mayo de 2014

Uy! ¿Qué vamos a comer hoy?...

El miércoles pasado estaba haciendo tantas cosas que, tarde en la noche, me percaté que no había comido. Dado que el jueves era festivo gracias al día del trabajo, mi novio y yo decidimos salir para relajarnos un rato de los intensos trabajos de la Universidad.


Escogimos una calle muy restaurantera de Bogotá, la calle de: Central, Casa, BBC, Di Lucca, entre otros. Los que les mencioné anteriormente son los que más se conocen y como sabrán no era precisamente ahí donde queríamos ir. Caminando por la calle, leímos todas las cartas que estaban a la entrada de los restaurantes y hubo una que me llamó la atención de inmediato. Al leer la descripción de ese risotto supe que ese era el lugar, además, nunca había escuchado hablar del lugar y era justo lo que estaba buscando esa noche.



Entramos al restaurante Nolita y me dio la impresión de que este era el restaurante perfecto para salir a comer tarde. La luminosidad era tenue lo cual lo hace perfecto para un date o simplemente compartir con tu pareja. 



Al principio notamos un poco de desorden entre los meseros, todos pasaban delante de nuestra mesa y no se percataban de nosotros hasta que unos 10 minutos después a alguno le pareció importante atendernos. Voy a ser sincera, el servicio no es el mejor, así que si su prioridad es que lo atiendan bien este no es el lugar. Ese día no tenía mucho afán ni quise preocuparme por la atención, solo quería disfrutar de una buena compañía para finalizar el día entonces no me paré y me fui. 

Como el lugar provocaba tomarse un cocktail, eso hicimos. Pedí un gin & tonic que estaba muy rico y mi novio un mojito de lulo que estaba súper refrescante. Mientras disfrutábamos nuestros tragos comentamos lo único que es Nolita. En la entrada hay una terraza con mesas para sentarse a comer y charlar con amigos en un día muy casual. Dentro del restaurante el ambiente cambia: hay mesas para disfrutar una cena y un espacio delimitado que daba la apariencia de una sala para aquellos que ya habían cenado y querían sentarse a beber algo. Asimismo, había una barra para aquellas personas que la prefieren sobre todas las cosas, al verla, me imaginé a mí misma disfrutando un cocktail con una entrada de dátiles con tocineta en crema roquefort. También había un patio trasero con mesas para cenar. El patio se veía muy agradable con su muro verde y los grupos de amigos descansando del trabajo. 



Como entrada de la casa nos trajeron tepenade de aceitunas con pan. El pan no estaba rico era mas bien simple y el tepenade estaba muy aceitoso, le faltaba consistencia. De sabor no estaba mal, el problema era el exceso de aceite. 



Para nuestra fortuna y el hambre que teníamos, la entrada llegó rápido. Pedimos un tartare de camarón rojo que venía sobre una crema de aguacate, tenía un aro de plátano y salsa cóctel. El tamaño de la entrada estaba perfecto, la combinación me pareció original y la presentación estaba impecable. Tenía nervios porque muchas veces los camarones arruinan el sabor de la comida, aún así me envalenté y lo probé. A nosotros nos encantó, no sabia tanto a camarón, sabía lo suficiente como para reconocer que lo era. Cuando poníamos un poco de tartare con crema de aguacate encima del plátano era maravilloso. 



A los pocos minutos llegaron los platos fuertes, de los cuales tenía muchas expectativas, pues había escogido el sitio porque el risotto de cordero estofado y reducción de oporto y frambuesas me había hecho entrar. Me dio tristeza ver los platos tan pequeños después de haber disfrutado un entrada de buen tamaño. La buena noticia es que quedé llenísima y las apariencias engañaron.

Primero: mi plato. Esto me pareció salido de un cuento de hadas, la combinación de lo salado, lo dulce y lo picante estaba en las proporciones adecuadas. Lo que más me gustó fue que cada bocado era único ya que en cada uno podía hacer la combinación que quisiera con la frambuesa el risotto y el cordero. Así que podía darle un giro frutal o crujiente, salado o suave, picante con dulce, gin con risotto...



Diego se comió unos langostinos braseados con hierbas y vino blanco acompañado con risotto a la parmigiana y germinados de los apóstoles. Probé cada cosa que había en su plato y les puedo decir que el punto de los mariscos era el correcto así como el del risotto, sin embargo, no es un plato que te saque de la casa para salir a comer. Es un plato sencillo al cual le faltó sabor, las texturas eran perfectas pero al llegar a la boca y saborear sentí que algo faltó. Somos unas personas aventureras en cuanto a restaurantes y fanáticas de sabores no predecibles. Es por esto que no recomendamos este plato, sin embargo, se pueden escoger muchísimas otras cosas de la excelente carta de Nolita.




Para terminar: la cuenta y algo más



Es un restaurante que tiene precios que van bien con sus platos, no me pareció caro y lo recomiendo para salir a comer muy tarde, relajarse, tomarse algo y dejarse llevar por la buena música del lugar.



No podría terminar esta entrada sin comentarles lo que recomiendo de la carta. Me quedaron muchas ganas de volver para probar la crema de pimentón con croquetas de queso de cabra, el steak de atún rojo a las 3 pimientas acompañado de puré de arracacha y todos los otros risottos que tienen una pinta de locos:

Risotto pimienta sobre sashimi de atún

Risotto de Tomate ahumado y almendras 
Risotto de champiñones y trufa negra



 Aunque fuimos sin reserva, les dejo el teléfono (6100080 / 6100716) y la foto que más me gusto:


Entrada: Tartare de Camarón rojo