Descubrí un lugar para saciar mi amor por las albóndigas: Köttbullar. Decidimos ir a la sede original en la Macarena y no a la de Usaquén, para ver dónde empezó la cosa. El lugar es un sitio oculto en Bogotá, pequeño, acogedor, con un aroma espectacular y música en inglés. El lugar recuerda la casa de una abuelita y es de los más cozy que he encontrado en la ciudad. También se puede ver como un pub de un pueblo en Inglaterra... en términos generales llegas al lugar y te recuerda a Inglaterra. Curiosamente, las sillas son como las de los cafés parisinos.

Para empezar pedimos una botella de vino de la casa que estaba rico. La historia de la pedida de vino es más interesante que simplemente decir cuál vino era. Como no lo conocíamos, preguntamos si era posible probar un poco para saber si pedíamos la botella completa. Nos llegó la entrada de la casa que son unos garbanzos crocantes con páprika que estaban muy ricos. El mesero era un señor muy amable, tímido y al final de la noche logramos sacarle una sonrisa.
Para probar casi todas las albóndigas pedimos tres platos: albóndigas de res clásica con salsa stroganoff, albóndigas de cerdo con salsa pesto y las albóndigas especiales de la semana que eran de pescado con un toque de limón y miel picante con cebollas ocañeras. Los acompañantes se piden aparte y para compartir pedimos un risotto de orellanas con huevo frito de codorniz.

Primero nos llegó el risotto que estaba con una cremosidad deliciosa gracias al queso, las orellanas perfumaban muy bien el arroz y la combinación con el huevo de codorniz era simplemente asombroso el juego de sabores tan sutil y bien balanceado. Solo hubo dos errores, me hubiera gustado más de un huevo frito de codorniz y había un pelo en el risotto. Ahora sí, las famosísimas albóndigas del lugar. Las de carne con stroganoff tenían un centro rosado y jugoso, la carne estaba muy bien sazonada. La salsa traía champiñones que combinaban muy bien. Las de pescado sinceramente no me encantaron, sin embargo, estaban ricas de sabor muy bien sazonadas y si vale de algo para Diego, esas fueron sus favoritas. La miel picante brillaba, el picante era tan sutil que no se sintió. La hierba aromática que usaron le quedaba muy bien. En verdad les recomiendo que las prueben a mi no me encantaron porque no soy amante de albóndigas de pescado, esa soy yo, a Diego le fascinaron! Por último probamos las de cerdo con pesto. Ultra mega wow deliciosas no saben! El pesto estaba muy bien logrado, las albóndigas increíblemente bien sazonadas, jugosas y el juego de sabores fue el mejor de la noche, a mi parecer. El vino tinto era bien fuerte y combinaba perfecto con las albóndigas. Les doy otra buenísima notica, por cada plato de albóndigas viene un platico con una ensalada de mix de lechugas muy rico pero a mi gusto le faltaba vinagreta.


Tenemos una carta pequeña y atención rápida. Hay cinco tipos de albóndigas: Res, cerdo, pollo, vegetariana y la especial de la semana. Para combinar tenemos también cinco salsas: stroganoff, pesto, pomodoro, álvaro y suero con pepino. Además, podemos escoger comernos las albóndigas solas o en sánduche. Yo las pedí sin el pan porque quería no llenarme de pan y así poder probar más sabores. Para aquellas personas que comen poco y las que comen mucho, les doy mejores noticias. Se pueden pedir plato de tres o cinco albóndigas, Diego y yo para compartir pedimos tres platos de tres. Como acompañamientos también tenemos opciones: papas a la francesa, puré de papa, risotto, frijoles blancos (stout).
Bueno, por pura gula no nos podíamos ir sin probar las albóndigas vegetarianas, las pedimos con salsa pomodoro. La verdad estaban ricas, vale la pena probarlas, sin embargo, se desbarataban muy fácil, le hizo falta agarre. La salsa es muy rica y fresca, nada ácida como las que son de tarro. Por pura curiosidad, decidí echarles un poco de aceite de oliva y sabían a magia, mejoran increíblemente. Bueno para finalizar el postre. No hubo! la sede de la macarena no tiene postres, la de Usaquén sí tiene postres y más acompañamientos como lentejas al curry, ensaladas más elaboradas, vegetales asados y demás. La cosa no es mala, la casa nos trajo unas trufas de café increíbles a morir, me podría comer todo el stock de trufas deliciosas que tenían. Sinceramente las trufas de café más ricas que he probado. Son suaves, con un sabor delicado a café, no son amargas y se derriten en la boca.
¿Por qué ir a la sede de la Macarena primero? Ahí empezó Kötbullar, encuentran la magia del lugar y quedan con ganas de volver y ahí si vayan a Usaquén.
Les dejo la carta del restaurante: