sábado, 17 de octubre de 2015

El restaurante árabe más feo de Bogotá

Esta entrada será breve y sin fotos, no tengo muchas palabras para explicar una de las peores experiencias de mi vida en un restaurante bogotano. MUN, un restaurante ubicado en la zona rosa de Bogotá no cumple las expectativas en ningún sentido. El servicio es realmente malo, ineficiente y mediocre. El mesero se olvidó de nosotros 2/3 del poco tiempo que estuvimos ahí y no trajo un plato que fue pedido.

 Pedimos 2 jugos especiales de la casa, uno de naranja con miel y jengibre y otro de mandarina, zanahoria, miel y cardamomo; quizá lo único que se puede salvar de la noche. Pedimos un kibbeh crudo y unos indios de parra para empezar. Los indios estaban secos y amargos y la cebolla del kibbeh estaba muy gruesa y en pedazos cortados no uniformemente. Luego, pedimos dos shawarmas, uno mixto y otro de cordero. Como acompañamientos pedimos una salsa árabe, un hummus, un baba-ghanoush y tabbouleh. Si un restaurante árabe ni siquiera tiene un buen hummus está destinado a entrar a la lista negra de no volver jamás. El hummus más feo e insípido que he probado en la vida, el tabbouleh ni siquiera lo probé, con el olor y el aspecto tan horrible que tenía no provocaba más que devolverlo. La salsa, con decirles que el aire sabe más rico.

Para rematar, el baba-ghanoush no llegó. Los shawarmas estaban secos, el único aceptable fue el mío porque la kafta estaba de buen de sabor, sin embargo se desbarató en mis manos y me tocó salir corriendo a lavármelas. El shawarma de Diego daba pesar, el cordero es una carne que se caracteriza por ser jugosa y aromática, se la tiraron, no cumplió ni el 1% de como debe estar un cordero. De la rabia que teníamos por la pésima comida, porque nada fue bueno (exceptuando los jugos) nos paramos a pagar en la caja. A pesar de nuestras caras largas, nos pasaron la cuenta sin siquiera preguntar si se incluía el servicio. Les hice saber que la comida de la noche había sido un fiasco, no pidieron perdón, no les importó.

Conclusión: no vayan nunca, overrated. 

miércoles, 14 de octubre de 2015

Köttbullar: las albóndigas capitalinas

Descubrí un lugar para saciar mi amor por las albóndigas: Köttbullar. Decidimos ir a la sede original en la Macarena y no a la de Usaquén, para ver dónde empezó la cosa. El lugar es un sitio oculto en Bogotá, pequeño, acogedor, con un aroma espectacular y música en inglés. El lugar recuerda la casa de una abuelita y es de los más cozy que he encontrado en la ciudad. También se puede ver como un pub de un pueblo en Inglaterra... en términos generales llegas al lugar y te recuerda a Inglaterra. Curiosamente, las sillas son como las de los cafés parisinos.

Para empezar pedimos una botella de vino de la casa que estaba rico. La historia de la pedida de vino es más interesante que simplemente decir cuál vino era. Como no lo conocíamos, preguntamos si era posible probar un poco para saber si pedíamos la botella completa. Nos llegó la entrada de la casa que son unos garbanzos crocantes con páprika que estaban muy ricos. El mesero era un señor muy amable, tímido y al final de la noche logramos sacarle una sonrisa. 

Para probar casi todas las albóndigas pedimos tres platos: albóndigas de res clásica con salsa stroganoff, albóndigas de cerdo con salsa pesto y las albóndigas especiales de la semana que eran de pescado con un toque de limón y miel picante con cebollas ocañeras. Los acompañantes se piden aparte y para compartir pedimos un risotto de orellanas con huevo frito de codorniz. 

Primero nos llegó el risotto que estaba con una cremosidad deliciosa gracias al queso, las orellanas perfumaban muy bien el arroz y la combinación con el huevo de codorniz era simplemente asombroso el juego de sabores tan sutil y bien balanceado. Solo hubo dos errores, me hubiera gustado más de un huevo frito de codorniz y había un pelo en el risotto. Ahora sí, las famosísimas albóndigas del lugar. Las de carne con stroganoff tenían un centro rosado y jugoso, la carne estaba muy bien sazonada. La salsa traía champiñones que combinaban muy bien. Las de pescado sinceramente no me encantaron, sin embargo, estaban ricas de sabor muy bien sazonadas y si vale de algo para Diego, esas fueron sus favoritas. La miel picante brillaba, el picante era tan sutil que no se sintió. La hierba aromática que usaron le quedaba muy bien. En verdad les recomiendo que las prueben a mi no me encantaron porque no soy amante de albóndigas de pescado, esa soy yo, a Diego le fascinaron! Por último probamos las de cerdo con pesto. Ultra mega wow deliciosas no saben! El pesto estaba muy bien logrado, las albóndigas increíblemente bien sazonadas, jugosas y el juego de sabores fue el mejor de la noche, a mi parecer. El vino tinto era bien fuerte y combinaba perfecto con las albóndigas. Les doy otra buenísima notica, por cada plato de albóndigas viene un platico con una ensalada de mix de lechugas muy rico pero a mi gusto le faltaba vinagreta. 



Tenemos una carta pequeña y atención rápida. Hay cinco tipos de albóndigas: Res, cerdo, pollo, vegetariana y la especial de la semana. Para combinar tenemos también cinco salsas: stroganoff, pesto, pomodoro, álvaro y suero con pepino. Además, podemos escoger comernos las albóndigas solas o en sánduche. Yo las pedí sin el pan porque quería no llenarme de pan y así poder probar más sabores. Para aquellas personas que comen poco  y las que comen mucho, les doy mejores noticias. Se pueden pedir plato de tres o cinco albóndigas, Diego y yo para compartir pedimos tres platos de tres. Como acompañamientos también tenemos opciones: papas a la francesa, puré de papa, risotto, frijoles blancos (stout).


Bueno, por pura gula no nos podíamos ir sin probar las albóndigas vegetarianas, las pedimos con salsa pomodoro. La verdad estaban ricas, vale la pena probarlas, sin embargo, se desbarataban muy fácil, le hizo falta agarre. La salsa es muy rica y fresca, nada ácida como las que son de tarro. Por pura curiosidad, decidí echarles un poco de aceite de oliva y sabían a magia, mejoran increíblemente. Bueno para finalizar el postre. No hubo! la sede de la macarena no tiene postres, la de Usaquén sí tiene postres y más acompañamientos como lentejas al curry, ensaladas más elaboradas, vegetales asados y demás. La cosa no es mala, la casa nos trajo unas trufas de café increíbles a morir, me podría comer todo el stock de trufas deliciosas que tenían. Sinceramente las trufas de café más ricas que he probado. Son suaves, con un sabor delicado a café, no son amargas y se derriten en la boca. 

¿Por qué ir a la sede de la Macarena primero? Ahí empezó Kötbullar, encuentran la magia del lugar y quedan con ganas de volver y ahí si vayan a Usaquén. 










 Les dejo la carta del restaurante:
















lunes, 5 de octubre de 2015

SUNA: Restaurante y mercado

Suna es uno de mis restaurantes favoritos en Bogotá. Es bastante informal, tiene buena sazón y lo más importante es que su comida es de excelente calidad. Era un viernes por la noche, llegamos bastante tarde, tipo 9 de la noche. Digo tarde porque este restaurante cierra su cocina a las 10 de la noche y yo quería entrada, plato fuerte y postre. Llegamos Diego y yo, mamados de estudiar y nos sentamos en una mesa. La entrada ya la teníamos clara: un antipasto árabe para compartir. Después de mucho tiempo me pude decidir entre la lasaña de lentejuelas y el róbalo criollo. Me fui con el róbalo y ya les contaré de este plato que me sorprendió muchísimo. Para tomar,yo pedí un té chai y  Diego un lassie de uva. El lugar es bastante acogedor, tiene un mercado que es fantástico para ir y curiosear mientras llega la comida. 

Primero llegaron las bebidas y una entrada de la casa. el té estaba bueno, sin embargo para mí el más rico es el de Crepes & Waffles, este estaba un poco soso y falto de potencia en las especies. El lassie sin duda alguna no tiene pierde, es delicioso porque tiene el sabor fuerte de la uva  que se neutraliza un poco con el yogurt y pasa muy suave, lo que permite disfrutar los sabores. La entrada de la casa es una canasta con pan integral y un dip de yogurt, suero costeño, sal y pimienta. De sabor es muy rico, nada extraordinario ya que los sabores son muy neutros y no hay juego de sabores. Es sabroso pero se queda ahí.

A los pocos minutos llegó la entrada que pedimos. Esta era un plato con aceitunas moradas, baba-ganoush, hummus, tabouleh de quinua y pan árabe. Siempre que vengo a este lugar es regla pedir esta entrada maravillosa y única. Esta es singular ya que se preservan los sabores árabes y le dan la vuelta un poco a la colombiana. Por ejemplo, el tabouleh de quinua es delicioso porque es demasiado fresco y se siente liviano para el cuerpo, es perfecto para comer en la noche. En todos los elementos del plato sobresale la frescura de sus ingredientes y el buen manejo de los productos. El baba-ganoush tiene ese toque perfecto del ahumado de la berenjena y es muy liso, no se siente grumoso, la textura es muy bien lograda. No puedo decir nada diferente del hummus, es absolutamente espectacular. El pan estaba bueno, este no estaba 100% fresco, aun así estaba rico y no estaba cauchudo, lo que sería fatal para este tipo de pan. Solo puedo decir que el hecho de que el plato no guarde puramente la receta árabe, el giro a la colombiana, hace que se potencie más la entrada y la hace simplemente fantástica en boca. Se rompe lo tradicional sin dejarlo de lado, sencillamente me encanta!

Sin siquiera haber llegado a la mitad de esta entrada llegó mi plato. Este sí es un punto negativo para el restaurante porque al apresurar los platos hacen sentir al cliente como si quisieran que este se vaya cuanto antes. En ese momento sentí que debía embutirme la comida y huir de ahí. De hecho, el mesero tenía la misma actitud nuestra, 9:30 pm cansado, si una sonrisa y casi arrastrando los pies para moverse. Supongo que ya todos estaban cansados y querían que nos fuéramos. Eso me molestó un poco, detesto el servicio excesivamente rápido. El caso, después de este fastidioso momento en el cual tuve que parar de comerme la entrada para comerme mi plato fuerte, todo se arregló de la maravilla que tenía frente a mis ojos. Uno de los platos más ricos de esa carta y de muchas de las cartas de los restaurantes de Bogotá. 

El plato es supercalifragilístico, esa es mi palabra para describirlo, lo tiene todo. El róbalo criollo viene cocido al horno en hoja de plátano, con salsa napolitana y mandarina, un toque de ají, aceitunas, cebolla morada y plátano maduro. Los sabores que pueda existir estaban todos, todos los picos de sabores estaban ahí. Dulce, salado, picante, ahumado... El róbalo estaba tiernísimo y los sabores eran muy colombianos. La salsa me sorprendió mucho porque no era el típico hogao', la mandarina, el toque picante y la cebolla morada dan un sabor diferente sin descuidar el recuerdo de sabor típico. El plato desde que llegó a la mesa olía a Colombia, a lo más puro de sus costas y efectivamente a eso sabía. El maduro se deshacía en la boca y dejaba sabores ahumados y el cilantro en todo el plato no era posesivo, era sutil se sentía unas veces sí, otras no. Ese juego de sabores, ese juego de adivinar cada ingrediente de cada bocado fue de locos. El plato en términos generales es original sin descuidar técnicas y sabores tradicionales del país y lo más importante es que no son tacaños con la porción y el sabor del róbalo siempre está presente, no se opaca y no es mariscoso. 

Finalmente y solo por gula, pedimos un postre que personalmente me parece un bombazo delicioso y no se pueden ir de SUNA sin probarlo. Torta de chocolate SUNA sin harina y coulis de frutos rojos. Este postre está hecho de chocolate Santander y es esto lo que lo hace tan bueno. La calidad del chocolate, señores, importa. La torta sabe a chocolate semi amargo y como no tiene harina es un híbrido entre torta y mousse, esto es lo que más me gusta del postre, engaña mi cabeza. Es una especie de mousse bastante consistente y en boca se desliza suavemente por el paladar. Hay un juego de texturas que no he podido presenciar en otros restaurantes y por eso para mí es un postre único. El coulis de frutos rojos es delicioso porque no es excesivamente dulce y uno puede apreciar los sabores naturales de los frutos rojos, no como en otros restaurantes que usan unas salsas muy artificiales. Este coulis corta perfectamente con el empalague del chocolate y es ultra rico. Eso sí, creo que este postre es ideal para compartir, a pesar de que no es enorme no todo el mundo se le mide a tanto sabor.





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