Suna es uno de mis restaurantes favoritos en Bogotá. Es bastante informal, tiene buena sazón y lo más importante es que su comida es de excelente calidad. Era un viernes por la noche, llegamos bastante tarde, tipo 9 de la noche. Digo tarde porque este restaurante cierra su cocina a las 10 de la noche y yo quería entrada, plato fuerte y postre. Llegamos Diego y yo, mamados de estudiar y nos sentamos en una mesa. La entrada ya la teníamos clara: un antipasto árabe para compartir. Después de mucho tiempo me pude decidir entre la lasaña de lentejuelas y el róbalo criollo. Me fui con el róbalo y ya les contaré de este plato que me sorprendió muchísimo. Para tomar,yo pedí un té chai y Diego un lassie de uva. El lugar es bastante acogedor, tiene un mercado que es fantástico para ir y curiosear mientras llega la comida.
Primero llegaron las bebidas y una entrada de la casa. el té estaba bueno, sin embargo para mí el más rico es el de Crepes & Waffles, este estaba un poco soso y falto de potencia en las especies. El lassie sin duda alguna no tiene pierde, es delicioso porque tiene el sabor fuerte de la uva que se neutraliza un poco con el yogurt y pasa muy suave, lo que permite disfrutar los sabores. La entrada de la casa es una canasta con pan integral y un dip de yogurt, suero costeño, sal y pimienta. De sabor es muy rico, nada extraordinario ya que los sabores son muy neutros y no hay juego de sabores. Es sabroso pero se queda ahí.
A los pocos minutos llegó la entrada que pedimos. Esta era un plato con aceitunas moradas, baba-ganoush, hummus, tabouleh de quinua y pan árabe. Siempre que vengo a este lugar es regla pedir esta entrada maravillosa y única. Esta es singular ya que se preservan los sabores árabes y le dan la vuelta un poco a la colombiana. Por ejemplo, el tabouleh de quinua es delicioso porque es demasiado fresco y se siente liviano para el cuerpo, es perfecto para comer en la noche. En todos los elementos del plato sobresale la frescura de sus ingredientes y el buen manejo de los productos. El baba-ganoush tiene ese toque perfecto del ahumado de la berenjena y es muy liso, no se siente grumoso, la textura es muy bien lograda. No puedo decir nada diferente del hummus, es absolutamente espectacular. El pan estaba bueno, este no estaba 100% fresco, aun así estaba rico y no estaba cauchudo, lo que sería fatal para este tipo de pan. Solo puedo decir que el hecho de que el plato no guarde puramente la receta árabe, el giro a la colombiana, hace que se potencie más la entrada y la hace simplemente fantástica en boca. Se rompe lo tradicional sin dejarlo de lado, sencillamente me encanta!

Sin siquiera haber llegado a la mitad de esta entrada llegó mi plato. Este sí es un punto negativo para el restaurante porque al apresurar los platos hacen sentir al cliente como si quisieran que este se vaya cuanto antes. En ese momento sentí que debía embutirme la comida y huir de ahí. De hecho, el mesero tenía la misma actitud nuestra, 9:30 pm cansado, si una sonrisa y casi arrastrando los pies para moverse. Supongo que ya todos estaban cansados y querían que nos fuéramos. Eso me molestó un poco, detesto el servicio excesivamente rápido. El caso, después de este fastidioso momento en el cual tuve que parar de comerme la entrada para comerme mi plato fuerte, todo se arregló de la maravilla que tenía frente a mis ojos. Uno de los platos más ricos de esa carta y de muchas de las cartas de los restaurantes de Bogotá.
El plato es supercalifragilístico, esa es mi palabra para describirlo, lo tiene todo. El róbalo criollo viene cocido al horno en hoja de plátano, con salsa napolitana y mandarina, un toque de ají, aceitunas, cebolla morada y plátano maduro. Los sabores que pueda existir estaban todos, todos los picos de sabores estaban ahí. Dulce, salado, picante, ahumado... El róbalo estaba tiernísimo y los sabores eran muy colombianos. La salsa me sorprendió mucho porque no era el típico hogao', la mandarina, el toque picante y la cebolla morada dan un sabor diferente sin descuidar el recuerdo de sabor típico. El plato desde que llegó a la mesa olía a Colombia, a lo más puro de sus costas y efectivamente a eso sabía. El maduro se deshacía en la boca y dejaba sabores ahumados y el cilantro en todo el plato no era posesivo, era sutil se sentía unas veces sí, otras no. Ese juego de sabores, ese juego de adivinar cada ingrediente de cada bocado fue de locos. El plato en términos generales es original sin descuidar técnicas y sabores tradicionales del país y lo más importante es que no son tacaños con la porción y el sabor del róbalo siempre está presente, no se opaca y no es mariscoso.

Finalmente y solo por gula, pedimos un postre que personalmente me parece un bombazo delicioso y no se pueden ir de SUNA sin probarlo. Torta de chocolate SUNA sin harina y coulis de frutos rojos. Este postre está hecho de chocolate Santander y es esto lo que lo hace tan bueno. La calidad del chocolate, señores, importa. La torta sabe a chocolate semi amargo y como no tiene harina es un híbrido entre torta y mousse, esto es lo que más me gusta del postre, engaña mi cabeza. Es una especie de mousse bastante consistente y en boca se desliza suavemente por el paladar. Hay un juego de texturas que no he podido presenciar en otros restaurantes y por eso para mí es un postre único. El coulis de frutos rojos es delicioso porque no es excesivamente dulce y uno puede apreciar los sabores naturales de los frutos rojos, no como en otros restaurantes que usan unas salsas muy artificiales. Este coulis corta perfectamente con el empalague del chocolate y es ultra rico. Eso sí, creo que este postre es ideal para compartir, a pesar de que no es enorme no todo el mundo se le mide a tanto sabor.
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